Soy la misma Ivana, ¡pero sentada! =)

Como les conté en mi Reporter cumpleañero, uno de los regalos que recibí fue una cena que disfrutamos en casa con toda mi familia, a saber: Retoñor, sobrino-retoñito, my little sister, el autor de mis días, mi hermanito con su esposa y mi sobrina-retoñita de 4 años. Ah! Y me olvidé de contarles que mi otro hermanito llamó por teléfono mientras cenábamos (tiene una puntería, Jaja!), así que puse el speaker (altavoz) ¡y se armó una conferencia de aquellas! Aaajaja! ¡Estuvimos todos para mi cumple!

Bueno, sigo.  Quién me regaló la cena inspiró el post de hoy.

 

Eran como las 11 de la mañana del viernes (el día de mi cumple) cuando recibo una llamada:

"¡Feliz cumpleaños mi vida!"

Una voz de hombre que me sonó conocida pero me costó reconocer, hasta que caí! Era R. un amigo de la familia que fue quién, en el año 1989 con mis 19 añitos y un año de Ingeniería (ah, si si siii, estudiaba Ingeniería Electromecánica pero la vocación pudo más) me ofreció trabajar en una escuela técnica en otra ciudad, cerca de casa, como M.E.P. (Maestro de enseñanza práctica). Así que dejé la ingeniería y me dediqué a la docencia: dar clases de Electricidad en el viejo Ciclo Básico Técnico.

Con R. nos conocíamos desde antes de trabajar en la escuela, ya que íbamos a la misma Iglesia.  Su familia y la mía compartimos muchos años de amistad, hasta el accidente...

El accidente cambió todo.

Él me vió nuevamente cuando volví a casa en el 2000 después de un año y dos meses en el Fernández. ¡Estaba hecha una hilacha! Pero bueno che, después de estar todo ese tiempo internada en un hospital, más para el arpa que para la guitarra, ¡no era una lechuguita! Jaja!

Luego nos dejamos de ver. Por ahí nos encontrábamos en la calle de pasada, pero nunca había vuelto a casa. Siempre preguntaba por mí a mi papá y estaba al tanto de como andaba.

Tamaña sorpresa me llevé cuando escuché su voz y más que nada que se hubiera acordado de mi cumple. En todos estos años no había tenido noticias de él excepto lo que me chusmeaba mi papá cuando se veían en el centro.

Bueno, hablamos un rato y me preguntó si podía venir a verme, le dije que sí, ¡más vale!

Vino como a las 5 y media de la tarde. Nos abrazamos fuerte cuando nos vimos, porque la verdad es que nos queremos mucho, y compartimos muchas cosas cuando trabajamos en la escuela y cuando nos juntábamos con nuestras familias.

Tomamos mate y charlamos de todo un poco. Había venido con su hermana, quién es la que lo ayuda en la casa de comidas que se puso después de jubilarse en la escuela. Nos llevamos 10 años, pero trabajó desde muy jovencito. En medio de la conversación me dice que como regalo de cumpleaños me iba a regalar la cena para esa noche! ¡Qué dulce! Y así seguimos charlando un rato hasta que tuvo que irse para abrir el negocio.

Cuando lo acompaño a la puerta de casa, nos estábamos despidiendo y entonces le digo:

"Ché, vivo en el mismo lugar, así que venite un día a tomar unos mates!"

Y me dice:

¿Sabés por qué no vine antes? Porque me daba no sé qué verte así....

A lo que le digo:

¡¡Pero che!! Si sigo siendo la misma Ivana, ¡pero sentada!

Y se le llenaron los ojos de lágrimas... 

Así que quedamos en llamarnos para vernos otra vez... [Ah! ¡¡Feliz cumpleaños R.!! Si, hoy es su cumple.]

 

 

Muchas veces me ha pasado que varios de mis amigos no han venido a visitarme porque les da cosita verme "así", en una silla de ruedas...

Siempre que los veo por la calle les digo que sigo viviendo en el mismo lugar y que sigo siendo la misma, ¡pero sentada!

Estar en una silla de ruedas no nos hace diferentes, los demás hacen la diferencia.... Sin darse cuenta, quizás.

Conozco casos de personas que están en silla de ruedas y viven "peleados" con la vida por la situación que les tocó vivir, ya sea por una enfermedad o por un accidente...

Y si, al principio cuesta aceptar lo que nos toca vivir.

Yo confieso que a mí, al principio, me costó "aceptar" que por un tiempo largo iba a tener que utilizar la wheelchair/silla de ruedas para movilizarme, pero llegado el momento, tuve que asimilar que las cosas iban a ser así, y que de nada servía pelearme con el mundo por la situación que me tocaba vivir.

Ahora soy feliz. Feliz de estar viva. Feliz de poder disfrutar de mi hijo el Retoñor, de mi familia... 

¡¡¡Feliz de la vida!!!  Así que:

Che, soy la misma Ivana, ¡pero sentada!

 

 

 

 

¡¡Buen martes!!