Como dice Kahlil Gibran, “Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de si misma.” Y es verdad…
Como saben, y si no se enteran ahora, en este blog no sólo hablo de las vicisitudes de mi vida en wheelchair/silla de ruedas después de sufrir un accidente automovilístico, sino que también les cuento acerca de mi hijo, al que yo llamo el Retoñor, el viento bajo mis alas.
Sin el Retoñor yo no estaría acá. Me hubiera dado por vencida en la terapia intensiva del Hospital Fernández cuando los dolores eran tan terribles que no quería seguir viviendo para no tener que padecerlos. Pero en esos momentos en que todo era caos y casi que estaba lista para irme para el otro lado, aparecía en mi mente la imagen de mi retoñito y me daba las fuerzas para seguir viviendo y soportar TODO para estar con él otra vez. Mi hijo tenía 2 años cuando tuve el accidente. Yo quería terminar de criarlo y quería verlo transformado en todo un hombre, como siempre lo soñé desde que estaba en mi panza.
Los años pasaron. 16 para ser más exactos.
Mi Retoñor ya no es más mi retoñito, ya es un joven de 18 años, pero para mí siempre será mi retoño.
El viernes 12 de diciembre terminó la secundaria sin llevarse materias. Todavía no lo puedo creer, no de que no se lleve materias, por favor, es mi hijo , sino que no puedo creer que ya terminó la escuela secundaria…
Hemos llegado al fin de una etapa, etapa donde cumplí mi sueño de verlo crecer, de verlo madurar, de verlo transformarse en un joven hermoso, amable, educado, feliz.
Atrás quedó ese tiempo en que con sus 3 años y medio me decía:
“Mami, escuchá… (poniendo mi mano sobre su pecho)
Mi corazón dice que está enamorado de vos…”
Y yo moría de amor…
Atrás quedó ese tiempo en que iba a las reuniones de padres en la escuela.
Atrás quedó ese tiempo donde “peleábamos” para que hiciera la tarea.
Atrás quedó ese tiempo en que lo “cansaba” preguntándole si había estudiado…
Atrás quedó ese tiempo en que la época de entrega de boletines era la época en que teníamos las “negociaciones” para que yo le diera algo que él quería. Debo reconocer que terminaba perdiendo porque el tipo se sacaba buenas notas y se hacía merecedor de lo que me pedía.
Ahora va a comenzar el tiempo en que voy a tener que “aflojar” y no ser una madre rompe paciencia , y dejar que el retoñor vuele solo. Seguirá siendo el viento bajo mis alas pero con menos fuerza, porque es hora de que sea su propio viento y de paso yo también sea el viento bajo sus alas para que vuele y termine de crecer.
La secundaria terminó y ya decidió seguir estudiando. Así que el año que viene empezará la etapa de universitario, etapa en que definitivamente no me necesitará detrás “rompiéndole” la paciencia y preguntándole si estudió. (?) Si, ni yo me la creo a eso de que dejaré de “romperle” la paciencia para que estudie, aceptémoslo. (?) ¡Aajajaja!
Estoy muy orgullosa de mi Retoñor. Confieso que cuando supe que iba a quedar en silla de ruedas dudé y tuve miedo de no poder ser lo suficientemente capaz para ayudarlo a crecer. Por suerte me equivoqué. Hice lo mejor que pude, nunca me escudé detrás de mi situación, nunca dejé de hacer mi trabajo de madre. Fui una madre normal, pero sobre ruedas.
Mi mamá me decía siempre que querer es poder. Y es así. Yo quise ver crecer a mi retoñor e hice todo lo que pude y estuvo a mi alcance, dentro de mis limitaciones, para lograr verlo convertirse en lo que hoy es: un joven dulce, inteligente, amoroso, amable, educado, gentil, servicial, dispuesto a hacer lo que le pidan y más.
No me puedo quejar. Será el hijo de la vida pero yo seré el arco del cual, como flecha viva será lanzado. Mi mano de arquero se inclinará para la felicidad… pero también seguirá siendo mi hijo, el retoñor, el viento bajo mis alas…
Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de si misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.
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