Un entretecho, un abismo.
Ocho escalones, un abismo.
Ella escuchaba el crujir de las tablas bajo mis pies.
Yo oía el mover de lápices entre sus dedos.
Sentíamos nuestra respiración.
Quiso leer el diario de Alejandra. No pudo. Y una noche, pidió meterse en mi cama, pidió abrazos. Algo le dolía, un frío le calaba los huesos, profundo. Se sentía sola. Y yo no le dije nada y la abracé.
No le dije que después de leer no hay nada, decírselo a aquella persona que no quiere terminar de leer ese libro, porque el autor se suicidó al ponerle el punto final. Y si terminás de leer el libro lo mataste vos. Y entonces vas por la tortura, leyendo de a poco, matando despacio. Una página un día, una puñalada no mortal otro. Corre la baba y la cabeza quiere terminar de una vez con todo, con el libro, con la vida del autor y con las búsquedas incesantes de nuevo material de antiguos escritores.
No le dije que yo la maté.
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adstera
samedi 7 juin 2014
Un cuarto que es uno que es dos
Publié par Unknown
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