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mardi 29 juin 2010

Post destacado: “La Caja Especial.” [Recomendación blogueril.]

picture2 Verónica es la dueña de uno de los blogs más divertidos e interesantes que descubrí apenas empecé a navegar por los blogs. Ella administra “La vida con subtítulos” – blog al cual caí por este post, obvio que vayan y lean después de terminar el mío, ajaja! - y tiene otro blog “¿QUÉ? Hipoacusia, otoesclerosis y otros productos en stock.” donde encontré este post intitulado: “La Caja Especial”

Me lo traje enterito, sin sacarle nada de nada porque no tiene desperdicio. Les recomiendo los dos blogs de Verónica, una escritora de aquellas, porque si, aparte de los blogs ella escribe, ¡y muy bien!

Disfruten este post destacado del mes.

 

“La Caja Especial”

 

En casi todos los supermercados, bancos y comercios existen las cajas especiales para mujeres embarazadas, personas con discapacidad y mayores. Lo saben ustedes, lo sé yo. Sin embargo, siempre creí/pensé/opiné que los englobados dentro del ítem "sordos/hipoacúsicos" en pleno uso de sus facultades motoras no tenían -teníamos- derecho a ese privilegio. Al de pasar antes que los demás, a no hacer cola, a no perder nuestro santo tiempo.

Tengo mi mágico certificado de discapacidad hace más de diez años (lo he renovado justo ahora) y nunca me animé a usarlo en esas cajas, que sólo disfruté en los meses de panza de mis embarazos.

Pues bien. Estos últimos años, el supermercado en el que hago las compras ha venido despidiendo a más y más empleados y cerrando más y más cajas. Los días calientes, los días en que hacen descuentos, por ejemplo, se arman colas en las tres putas cajas que hay abierta (de 7 u 8 que debe haber) que recorren el súper completo, dan vuelta por congelados, pasan por lácteos y con suerte terminan en carnicería. Una tortura. Te puede llevar veinte minutos hacer las compras, y dos horas esperar para pagarla.

Un día, por supuesto, me cansé. En las dos cajas abiertas nos hacinábamos millones con los changos superpoblados, y la caja para personas con discapacidad parecía un oasis en medio del desierto.

Así que sin ninguna vergüenza (la he ido perdiendo a medida que he ganado edad) me acerqué a la encargada del momento (siempre niñas de no más de veinte años) y le pregunté si, haciendo uso de mi mágico certificado de discapacidad recibía el bendito permiso para utilizar la caja especial. Le aclaré y recalcé, porque soy desvergonzada pero tengo mi ética, que NO poseía problemas motrices. No sé si la niña entendió. Creo que las palabras "discapacidad", "motriz" e "hipoacusia" en una misma oración era demasiado para ella. Lo importante es que dijo que SÍ. Tenía permiso. Podía hacer uso y abuso de la caja especial porque YO era especial.

Así que con mi mercancía salí bailando y cantando de la cola que aún tenía para tres horas, y enfilé hacia la caja vacía. Y todos me miraron con los ojos inyectados en odio, buscando las señales de mi estigma, preguntando por qué, preguntándose tal vez si yo era la hija de Coto, si era una agente encubierta de bromatología, ¿¿¿por qué carajo iba a usar la caja especial si no había nada de especial en mi persona???

Desde entonces he preguntado a todo tipo de encargado y/o gerente: niñas de veinte años y señoritas de veinti y pico, muchachitos y muchachos, si yo estaba autorizado a usar esa caja. Porque los cajeros siempre me miran raro y me apuntan con sus índices el cartel con los logos de embarazada y discapacitado, y yo digo que sí con la cabeza, y entonces ellos me miran la panza, tratando de adivinar de cuánto estoy, o me buscan el bastón, las muletas, lo que sea. Y porque alguna vez una cajera dijo que creía que la caja era sólo para discapacitados motrices, y yo le dije que lo suyo tenía mucha lógica, pero que igual me habían permitido usarla. Y otras veces viene una embarazada y me miran mal, me miran como diciéndome que yo no pertenezco al club, y yo la miro como diciéndole que también estuve embarazada y no es para tanto, que espere que le va a hacer bien un poco de ejercicio.

De todos modos no me acerco a la caja especial si las demás están vacías o tienen poca espera (no me gusta abusar), y dejo pasar a los verdaderos necesitados que son los que tienen problemas motrices y los demás... los demás que se jodan.

El otro día estaba en la caja especial, esperando mi turno discapacitado cuando un hombre se paró detrás mío con su chango. Me miró. Lo miré. Me mostró la clásica fotocopia plastificada del certificado. Yo le mostré la mía. Nos quedamos unos segundos así, esperando ver quién atacaría primero. Finalmente guardamos nuestras espadas y nos sonreímos. Nos reconocimos vecinos de la adversidad.
Él me preguntó qué me pasaba. Le dije que era sorda. Yo le pregunté qué tenía. Me dijo "pierna ortopédica". Yo le dije entonces (¿culpa?) que él tenía prioridad, que yo simplemente usaba la caja porque podía hacerlo, pero que en verdad nada me impedía hacer larguísimas colas. Él me dijo que no, que pasara yo, y que lo mío era un derecho, que ya bastantes problemas teníamos y que bien disfrutara de la caja. Le dije gracias. Volvió a sonreírme.
Cuando terminé de pagar, nos saludamos como viejos conocidos y nos deseamos suerte.

Yo creo, sinceramente, que todos nosotros nos merecemos estos beneficios, que son apenas pasos de comedia en el drama que nos toca vivir.
Así que ya saben: enfilen hacia las cajas especiales. Y si alguien les pregunta por qué, digan misteriosamente: "porque puedo".

 

Post original “La Caja Especial” by Verónica Sukaczer - Periodista y escritora.

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